Ponència presentada i llegida al Congreso Internacional Jóvenes Construyendo Mundos, organitzat a Madrid, els dies 14 i 15 d’octubre de 2010 per la Universidad Nacional de Eduació a Distancia (UNED). La ponència responia a la pregunta que presidia el pannell de discussió número 4 del congrès, que era aquesta: ¿Están agotados los modelos de los programas y las políticas de juventud?

Mi respuesta a la pregunta que se formula en el título de esta sesión plenaria no puede ser más clara: no, en ningú caso. Los modelos de las políticas de juventud no estan agotados. Y la argumentación que acompaña a la respuesta no puede ser más simple: los programas y modelos en ningún caso pueden estar agotados porque pràcticamente en ningún caso se han aplicado a fondo, ni siquiera con un grado medio de concreción. No puede estar agotado aquello que no se ha experimentado, aquello que no ha visto la luz, aquello que no cuenta con experiencia práctica suficiente. Esta constatación nos sugiere sensaciones de signo contrario. Por un lado podemos ser optimistas, pues tenemos por delante un amplio camino por recorrer y la posibilidad cierta de desarrollar esos  modelos explorados solo parcialmente. Por otro lado certificamos, tras prácticamente 30 años de experiencia en la aplicación de políticas de juventud con cierta constancia, que no hemos sido capaces de profundizar de manera suficiente en ellas. Veamos el recorrido argumental que sigo para llegar a esas conclusiones.

Tres claves

El modelo general sobre el que se han basado las políticas de juventud en España nace con la transición política y atesora, por tanto, una experiencia práctica que ya supera las tres décadas. Un análisi pormenorizado del recorrido seguido supera en mucho la ambición de esta ponencia, pero para avanzar en mis argumentos será suficiente establecer los tres elementos clave sobre los que, segun mi parecer, se ha desarrollado el modelo.

1.     La acción preferente en lo local, espacio fundamental de desarrollo y experimentación de nuevos proyectos. Ciertamente, el desarrollo de las políticas de juventud en España ha sido territorialmente desigual, con grandes diferencias de ritmo, intensidad, constancia e incluso, en algunos casos, de concepto. Pero si algo une la experiencia programática en el conjunto del Estado es el rol que ha jugado la administración local en el impulso de las políticas concretas. Podríamos citar numerosos ejemplos para argumentar esta idea, pero basta recordar el caracter prácticamente fundador que tuvieron en su momento experiencias como el Plan Joven del Ayuntamiento de Barcelona o el Plan Integral de Juventud del Ayuntamiento de Zaragoza que, si bien se aprovaron formalmente en 1985 el primero y en 1987 el segundo, fueron el resultado de intensos y largos procesos de participación práctica y de reflexión teórica. Los planteamientos propuestos y defendidos en esos proyectos fueron detonante de la expansión y desarrollo de las políticas de juventud, en algunos casos con clara adhesión a los modelos propuestos, en otros por contradicción o reacción a ellos. En cualquier caso, no son otra cosa que ejemplo fundacional de una práctica que se ha producido con reiterada insistencia: la política de proximidad como espacio de experimentación primero y de consolidación luego de modelos teòricos y propuestas de intervención. Veremos después que los instrumentos legislativos y normativos han sido escasos y escasamente relevantes en la consolidación de las políticas de juventud, de manera que un pilar fundamental de su generalización ha sido la existencia de un cierto consenso social sobre la necesidad de actuar de forma explícita en el ámbito de los jóvenes. Y ese consensso social se produce solo porque en la corta distancia se perciben con crudeza e intensidad las necesidades e inquietudes de todo tipo que asedian a los jóvenes. La respuesta a esas necesidades e inquietudes encuentra a una administración local sensible que, ante la ausencia de referentes inmediatos, opta casi siempre por la intervención rápida, convirtiendo el modelo del ensayo-error en el paradigma de su intervención. Es cierto que en determinadas comunidades, y en fases posteriores, los gobiernos autónomos han jugado un papel impulsor, con intentos, en algunos casos bien consistentes, de elaborar modelos o sistemas prácticos de intervención. Pero las medidas que han concentrado el protagonismo de su actuación han sido casi siempre las que se han destinado a fortalecer el tejido técnico local, estimulando y dando apoyo al desarrollo de las políticas locales. Los modelos de intervención global, desde un ámbito supramunicipal o gubernamental, casi siempre han topado con la estricta compartimentación vertical de los departamentos sectoriales, y la necesaria interdepartamentalidad o transversalidad se ha visto casi siempre limitada. Por esa razón, entre otras, los efectos de la acción de las grandes administraciones han sido, con honrosas excepciones, residuales, y efectivas solo de forma puntual.

2.     La conceptualización de un marco global de intervención, que observa a los jóvenes en toda su complejidad y que intenta formular un sistema de actuación total, que incida en todos los aspectos que afectan a la juventud. La experiencia práctica conducirá a cada proyecto a incidir con mayor intensidad en un ámbito u otro, pero el punto de partida es siempre lo que se ha convenido en llamar la integralidad de las políticas de juventud. Esta idea se resume en dos máximas bien claras. La primera, que cualquier cuestión que afecte o interese a los jóvenes es, sin limitación, espacio potencial de actuación para una política de juventud. Y la segunda, como consecuencia de la primera, que todos los ámbitos sectoriales de la administración deben contemplar la juventud como un espacio propio de intervención y, por tanto, reservar recursos adecuados para atenderlo. La formulación es sin lugar a dudas muy ambiciosa, pero la enormidad de la tarea no arredró a quienes diseñaron políticas concretas de juventud, que aceptaron el reto desde el primer momento y, hasta hoy, con constancia digna de mención. Otra cosa son los resultados obtenidos, y existen ya hoy numerosos intentos de balance de los largos años de trabajo bajo estas premisas. En cualquier caso, no se plantea aquí evaluar la conveniencia o no de este sistema, ni el grado de éxito obtenido por las propuestas prácticas que han pretendido desarrollarlo. Me interesa, de momento, destacar que práticamente todos los proyectos ideados y/o desarrollados para las politicas de juventud en España han partido de la teórica necesidad o voluntad de encajar en un modelo general que pretende atender todos los vértices del prisma de la juventud. Podremos juzgar si esta intención teórica se ha seguido con mucho o poco rigor, pero lo que es cierto es que la voluntad de seguirla (por mucho que en algunos casos esa voluntad se quede solo en mera retórica discursiva) ha condicionado cuando menos en su forma, a idearios, programas, proyectos y actuaciones puntuales. El grado de consenso en esta cuestión, además, ha modelado el discurso y motivaciones de los proyectos legislativos y normativos que, todo hay que decirlo, con poco éxito, han pretendido hasta el momento regular las políticas de juventud.

3.     En tercer lugar, y en contraste con el segundo punto, la desregulación del sector. El amplio despliegue teórico necesario para fundamentar la voluntad integral de las políticas de juventud y los múltiples intentos existentes de diseñar un sistema práctico que articule y organice los recursos que desde las diferentes instancias administrativas se dedican a los jóvenes tiene escasas posibilidades de éxito sin un marco legal que le de cobijo. La bondad del modelo ideado no parece contemplar la complejidad práctica de nuestra administración, y no podemos obviar que la integralidad se basa, en buena medida, en la necesidad de aunar criterios técnicos de múltiples departamentos que, en la mayoría de los casos, sí cuentan con un amplio despliegue normativo que delimita sus prioridades y establece parámetros concretos de intervención. En la medida que el modelo de las políticas de juventud entre en contradicción con algunos de estos parámetros (y eso sucede con obstinada frecuencia) se produciran choques técnicos que, ante la discrepancia, se resolveran con la aplicación concreta de la ley y la norma. Si la ley y la norma no son las de las políticas de juventud, queda claro que sus presupuestos teóricos quedan en franca desventaja. Es como si hubiéramos perdido la carrera antes de empezar a correr. No podemos obviar, por otro lado, que en los últimos años han menudeado los proyectos legislativos a nivel autonómico para regular las competencias de juventud. Pero un rápido recorrido por esos proyectos nos llevaría a la conclusión de que ha sido parcial, que los textos aprobados son mayoritariamente intentos de ordenar funciones y estructuras administrativas ya existentes, que en pocas ocasiones afectan a los contenidos de las políticas y, por tanto, no dan respuesta a las necesidades técnicas derivadas del modelo integral sobre el que se ha generado consenso, y que en los casos en que ya tienen un cierto recorrido podemos afirmar que las leyes se aplican con poco rigor por falta de voluntad política o por falta de recursos prácticos. El caso más reciente de legislación en materia de juventud es hasta cierto punto paradigmático. El pasado 22 de septiembre se aprovó en Catalunya la Llei de Polítiques de Joventut, 30 años después de que se iniciaran en esta comunidad autónoma las políticas de juventud como tales y, con toda probabilidad, en el territorio del Estado en el cual se han aplicado con mayor intensidad. Como broche descriptivo de la situación, es también significativo que la de juventud es la única competencia exclusiva del Gobierno de Catalunya prevista en su Estatut que aún no se había desplegado. Y no me refiero al Estatut de 2006, sinó al de 1978. Queda claro, así pués, que existe una gran distancia entre la voluntad teórica (una especie de “buenismo” ingenuo) y el despliegue práctico. El resultado de esta situación es que la plasmación práctica de las políticas de juventud depende casi en exclusiva de las voluntades, en primera instancia políticas y en menor grado técnicas, de los responsables de aplicarlas. Volvemos a repetir, por tanto, que las políticas se sustentan en un cierto consenso social que conviene la necesidad de intervenir des de la instancia pública para garantizar a los jóvenes un tránsito digno por esa etapa de su vida, con el maximo aprovechamiento de oportunidades que esten a su alcance, previniendo las situacions de riesgo social, y actuando específicamente para paliar sus efectos cuando el riesgo se transforma en un problema real. A pesar de que los discursos formales y los grandes planteamientos programáticos de los responsables políticos conviertan a las políticas de juventud en eje de muchos argumentos y sobre el papel dan respuesta al consenso social al que aludíamos, estas no han dejado de ser políticas voluntarias, en el sentido de que su aplicación depende única y exclusivamente del parecer de quienes en cada caso tengan en su mano la responsabilidad de desarrollar políticas sociales o de atención a las personas. Gracias a ese, vamos a llamarle voluntarismo, se han desarrollado en España modelos prácticos y actuaciones en politica de juventud realmente exitosas y con resultados evidentes. Pero gracias, justamente, a que la única vía posible es ese voluntarismo, las políticas de juventud son, en un porcentaje del territorio para nada despreciable, deficitarias, insuficientes, contraproducentes o, incluso, inexistentes.

De lo común a la dispersión

La conjunción de los tres elementos descritos hasta aquí nos ofrece como resultado la constatación de que las políticas de juventud han sido, en general, dispersas. Si al hecho de que su mayor desarrollo se debe a la iniciativa local le sumamos la rica complejidad con la que se ha construido el modelo general, si constatamos además que sus contenidos dependen casi exclusivamente de la voluntad, en ocasiones individual, de quienes tienen la responsabilidad de aplicarlas, y certificamos finalmente la ausencia de una regulación eficaz que establezca lineas de intervención, mínimos a cumplir y oblitagoriedades en la prestación de servicios, nos encontramos en definitiva con una realidad laberíntica, que dificulta enormemente la evalución y el análisis y que nos ofrece pocos patrones comunes para su estudio. Dispersión.

Del mínimo común denominador de las políticas de juventud en España, que yo he situado en esa voluntad explícita de construir un modelo teòrico que contemple la juventud (en tanto que grupo social) y los jóvenes (en tanto que destinatarios de programas y servicios) como un todo complejo y inseparable, que no segmenta sus necesidades e intereses en función de las unidades sectoriales de la administración, y que busca respuestas integrales a partir de la cooperación interdepartamental, podemos extraer la idea de que, efectivamente, se ha aplicado también, con mayor o menor éxito, un modelo práctico de intervención concreto.

De ese modelo, mínimamente común, han derivado múltiples ramificaciones en forma de propuestas sistémicas de organización de las políticas, que optaban per unas fórmulas u otras en función de las prioridades programáticas de quienes las impulsaban. Esas prioridades han definido lineas de intervención que, sin cuestionar la voluntad globalizadora e intregral, diferían en los programas y actuaciones concretas. Es interesante destacar que para fundamentar las diversas opciones tomadas, en los últimos diez o quince años se han suscitado discusiones teóricas de gran calado, que buscavan sus argumentos en las transformaciones sociales profundas que acompañan el cambio de milenio. La sociología de los jóvenes, por tanto, ha sido un espacio común de encuentro y discusión para desarrollar las diferentes propuestas formuladas y parcialmente aplicadas. Destaco este aspecto para realzar la, según mi opinión, alta competencia de los responsables técnicos de idear y desarrollar esas propuestas. El buceo en el mundo de la sociología para buscar argumentos no puede entenderse, por otro lado, sin constatar la debilidad de unas políticas que carecían de marco legal y que, por tanto, buscaban en la legitimación científica argumentos de peso para fortalecer su comprometida situación.

En cualquier caso, el eje fundamental de discrepancia a partir del cual se han ramificado las diferentes propuestas de desarrollo de las políticas de juventud ha sido el que intentaba fijar las prioridades en un sector u otro de la intervencióin pública. En un extremo de este eje encontramos a quienes consideran prioritario incidir en aquello que se ha dado en llamar aspectos nucleares de las políticas de juventud (educación, ocupación y vivienda) y en el otro los que consideran que la singularidad de las políticas de juventud radica en su capacidad para incidir en los aspectos cualitativos del desarrollo de los jóvenes (cultura juvenil, experimentacion, movilidad, participación). Entre el blanco y el negro la gama de grises es casi infinita, y las propuestas prácticas de aplicacion de políticas concretas han recorrido y recorren en España todos los matices cromáticos posibles entre una y otra posición.

Concluyo, por tanto, que si bien es cierto que se han construido diversas propuestas prácticas para implementar las políticas de juventud a partir casi siempre de la voluntad de desarrollar un modelo sistémico que contemple todos los aspectos posibles en la vida de los jóvenes, su concreción ha estado sometida a elementos de dispersión suficientemente graves como para limitar su duración, su extensión territorial, su comparación crítica, su evaluación y, por tanto, su validación final.

Es cierto que existen excepciones, y que puntualmente y en lugares determinados se han producido experiencias intensas, exitosas y suficientemente prolongadas en el  tiempo como para creer en ellas. Pero son las exepciones que confirman la regla.

Tenemos modelos, tenemos propuestas prácticas de aplicación sobre el territorio, tenemos ejemplos de intervención, pero no hemos tenido la oportunidad de aplicarlos con suficiente profundidad como para evaluarlos en conciencia. Los modelos de intervención a los que alude el título, por tanto, no estan agotados. Tienen aún campo y longitud para ser recorridos y multiples variantes posibles para ser exploradas.

De qué manera sobrevivimos

Con la situación hasta aquí descrita, se me plantea una pregunta de gravedad evidente. ¿Cómo es posible que estemos hablando de 30 años de aplicación de politicas explícitas de juventud en un marco tan inestable? ¿Como es posible que en este entorno de dispersión, un ámbito poco definido y inconcreto como el de las políticas de juventud, sometido a la duda permanente y al cuestionamiento teórico, sin apoyos realmente fuertes en el marco legislativo, haya conseguido tal grado de consolidación e incluso de aceptación política y social?

Alguna razón debe existir que haya permitido cimentar y unir las piezas inconexas de este incierto ámbito de la intervención pública. Mi respuesta a esta pregunta es doble: existen dos razones que lo han hecho posible. Dos razones que al fin se funden en una sola: los profesionales de las políticas de juventud y la voluntad permanente de innovación. Veámoslas.

Los profesionales de las políticas de juventud

El despliegue original de las políticas de juventud en España, tal como hoy las conocemos, tiene mucho que ver con voluntades políticas que en determinadas coyunturas se hicieron eco de una necesidad social ámpliamente reconocida que exigía intervención y actuación en torno a los jóvenes. Esta voluntad política se tradujo en proyectos y propuestas que, ya lo hemos visto, configuraron modelos y programas de intervención que, con contradicciones y limitaciones, se extendieron y se  reprodujeron, que ganaron terreno en el conjunto del Estado hasta llegar a un nivel de despliegue ciertamente destacable, hasta el punto de que hoy parece impensable imaginar una administración pública que no las considere un ámbito necesario de intervención, con independencia de los recursos que le dedique o del acierto con que lo haga. Pero el despliegue de estas políticas ha tenido casi siempre un elemento en común que, además de los que hemos visto en la primera parte de esta ponencia, y con independencia de quienes las hayan protagonizado y de sus resultados finales, las han aunado: la escasez de recursos. No es una exageración destacar que, en la inmensa mayoría de los casos, los projectos propios de las políticas de juventud se han desarrollado con menos recursos de lo que sería objetivamente necesario para garantizar un nivel de éxito razonable. Incluso cuando los jóvenes han estado en la cima de las prioridades políticas y se ha llegado a generar un cierto consenso sobre la cuestión, los presupuestos han sido cortos, los recursos físicos reducidos, y los equipos humanos encargados de desarrollarlos, limitadísimos en la cantidad. Y a pesar de eso, y a pesar de las decepciones que se hayan producido por esa razón, las politicas de juventud han avanzado y se han aplicado, a menudo contra toda lógica.

¿Como se ha contrarrestado esa ausencia de recursos? Para cada caso concreto podríamos elaborar una explicación diferente, pero no es menos cierto que un ingrediente común a todas las soluciones buscadas y conseguidas ha sido la implicación desmesurada de los profesionales que han estado al frente de los proyectos. En el trabajo con los jóvenes es imprescindible un grado remarcable de identificación con el proyecto; la empatía y la capacidad de conexión con los ususarios es en juventud un elemento inseparabale del éxito, no opcional. La calidad en la prestación del servicio requiere la construcción de lazos de confianza, y no es suficiente una actitud  simplemente correcta, que se detenga en la linde de lo que objetivamente se puede pedir al asalariado. Existe un elemento intangible que no se puede explicar ni medir con datos, que no admite varemos ni indicadores. Todo aquel que alguna vez haya trabajado directamente con jóvenes sabe de que hablo, y seguramente los que no lo han hecho nunca tendran dificultades para entenderlo. El profesional de las políticas de juventud que está en contacto con jóvenes cada dia sabe lo díficil que es establecer el lazo de conexión que permite hacer cosas, grandes o pequeñas, con ellos, y también sabe lo facil que es que se rompa ese lazo. Y, por todo eso, cuando lo tiene en sus manos se convierte en el bien más preciado de su labor cotidiana. Si es consciente de la responsabilidad que asume cuando trabaja con jóvenes hará lo que sea necesario para conservarlo en buen estado. Y para hacerlo, con mucha frecuencia irá mas allá de lo que es objetivamente razonable, y aunque sea consciente de que no cuenta con los recursos que serían objetivamente necesarios, superará la frontera de lo que nadie en buena lógica puede exigirle para mantenir vivo el proyecto. Las políticas de juventud, demasiadas veces durante estos treinta años, han vivido exclusivamente de este esfuerzo personal y hasta cierto punto irracional; han estado únicamente en las manos del factor humano, porque el factor material no le ha acompañado.

El reconocimiento a ese técnico de juventud, a ese informador, a ese dinamizador, a ese educador impulsivo y en ocasiones un poco irreflexivo ha sido casi siempre escaso y regateado. Sus éxitos se han explicado poco y, en cambio, cuando el proyecto no ha conseguido los objetivos perseguidos, se ha dejado que los profesionales se hundan con él. Esto ha sido así en numerosas ocasiones por simple desconocimiento político de lo que implica, realmente, en su vertiente cotidianda, el trabajo en juventud. Pero muy a menudo, también, por puro desinterés. El resultado es que a pesar de un recorrido que ahora ya podemos calificar de largo, las tareas y funciones propias de las políticas de juventud y de sus profesionales son socialmente poco conocidas, y es escasamente reconocida la necesidad de su existencia. Consecuencia inevitable de esta situación es que hoy aún se valoran poco el trabajo y las responsabilidades que asumen los profesionales.

Hasta aquí he hecho una descripción que casi podríamos calificar de emocional del papel que han tenido los profesionales en el desarrollo de las políticas de juventud. El conocimiento práctico y cotidiano me permiten, con la aquiescencia de quienes me hoyen, hacer esta defensa cerrada de los profesionales. Pero también es cierto que difícilmente podría defender esa posición con datos concretos, porque el conocimiento del sector profesional es hasta hoy muy limitado. De nuevo la dispersión de las politicas y de su aplicación práctica afecta gravemente a la posibilidad de tener un mayor conocimiento objetivo de sus características.

Pero una feliz coincidencia temporal me permite aportar algún dato de mayor calado científico. La semana pasada, el 6 de octubre, se presentó en Barcelona el primer censo de profesionales de las políticas de juventud de Catalunya. Gracias a un intenso trabajo de campo realizado en la segunda mitad de 2008, la Asociación Catalana de Profesionales de las Políticas de Juventud elaboró el censo y un estudio cualitativo que, en muchos casos, permite confirmar con datos y certezas lo que hasta ahora eran intuiciones y simples percepciones.

Remito a quines esten interesados al estudio publicado por la asociación, y me limito a destacar aquí algunos datos que confirman el relieve del sector profesional, que realzan su papel fundamental en el desarrollo de las políticas de juventud y que me ayudaran a defender alguno de los argumentos que desgranaré más adelante.

Se han censado 1099 professionales en Catalunya. Teniendo en cuenta que en algunos territorios y para algunos ámbitos el trabajo de campo tuvo mayores dificultades, parece plausible afirmar que en Catalunya  existe un colectivo consolidado de profesionales de las políticas de juventud de alrededor de 1.500 trabajadores.

Más del 60% de los profesionales son mujeres y sabemos, además, que por su pirámide de edad, si no se produce una renovación mayoritaria del contingente de profesionales, este porcentaje se mantendrá o incluso aumentará en un futuro próximo.

Existe una fuerte concentración urbana en la destinación de los profesionales. El 65,6% de los profesionales trabajan en la demarcación de Barcelona; el 12% en la de Tarragona, el 11,4% en la de Girona, el 6,9% en la de Lleida, y el 3,8%, en las Terres de l’Ebre.

El censo intentó establecer cuales son las denominaciones más frecuentes de los cargos que ocupan los profesionales. Imposible. Las respuestas al cuestionario de la investigación son tan diversas y fragmentadas, que no tiene sentido categorizarlas. Es un resultado evidente de la desregulación que se ha vivido hasta el momento. Por otros datos del estudio sabemos, además, que la diversidad no se refiere solo a la denominación del cargo, sinó también a las tareas y responsabilidades asumidas por los profesionales.

El 62,1% de los profesionales trabajan en ayuntamentos, el 10,8% para asociaciones, el 9,5% para consejos comarcales, el 7,2% para empresas, y el resto de grupos (Generalitat de Catalunya, Diputació de Barcelona, etc.) presentan porcentages menores de 5%.

El grupo de edad más numeroso entre los profesionales es el de los que tienen entre 26 y 30 años, con un 37% del contingente. El grupo de los que van de los 31 a los 35 años ocupa la segunda posición con un 27%, y después sigue el grupo de los que tienen entre 18 y 25 años, con un 12%. En conjunto, podemos decir que el tramo de edad que recoge la inmensa mayoría de profesionales es el que va de los 18 a los 35 años, que supone un 78% del total de los profesionales.

El 76,2% de los profesionales tienen estudios universitarios. El 21% disponen de formación secundaria o media, y el 2,7% no van más allá de la formación básica obligatoria.

El grupo más numeroso de profesionales con formación universitaria tienen titulación de educación social, con el 17,9%, pedagogía o psicopedagogía con un 8,4%, ciencias políticas o sociología con un 6,8%, trabajo social con un 6,5% y psicología con un 5,5%.

Los trabajadores que provienen de la formación secundaria y que han cursado módulos profesionales, tienen mayoritariamente la titulación de animación sociocultural o de integración social.

El 93% de los profesionales han realizado o realizan algun tipo de formación complementaria. De ellos, el 56% realizan formación específica para políticas de juventud. De estos datos se desprende que existe una alta demanda de formación a traves de canales no convencionales o no reglados. Es decir, que la formación reglada actual no da respuesta a las necesidades formativas de un profesional de las políticas de juventud.

El 71,5% de los profesionales son o han sido miembros de una asociación juvenil. Cuando se les pregunta las razones por las cuales se dedican a este sector responden que lo hacen motivados por su experiencia asociativa en un 33,8% o bién por intereses personales, en un 30%. Tenemos, así pues, que la mayoría de profesionales tienen potencialmente un alto nivel de compromiso con el sector.

Pero también existe una parte no tan positiva en esta cuestión. El 31% de los profesionales aseguran que llegaron al sector porqué les ofrecieron el trabajo que ahora ocupan sin tener ningún conocimiento previo del ámbito de la juventud. Y un 13,1% fueron contratados después de una selección de personal a la cual se presentaron voluntariamente pero sin conocer para nada el sector. Concluímos con estos datos que al menos un 44% de los profesionales llegan al sector sin conocimientos o información previa, y la razón fundamental de su entrada es que los responsables de las políticas de juventud se lo propusieron directamente o los seleccionaron de entre un grupo de candidatos. ¿Porqué los responsables de las políticas de juventud (políticos o técnicos) consideran que una persona sin conocimientos específicos y sin contacto previo con el sector es adecuada para trabajar en políticas de juventud? ¿Porqué creen que no es necesaria ninguna formación específica? ¿Porqué creen que trabajar con jóvenes no es una tarea especializada?

Un alto porcentage de los puestos de trabajo en políticas de juventud hace menos de cinco años que se han creado. Solo el 20% de los puestos hace más de 5 años que existen. En un sector que atesora no menos de 30 años de práctica profesional, estos datos nos indican que se ha producido un fuerte crecimiento del colectivo en los últimos años. Entre 2008 (momento en que se realizó el trabajo de campo de la investigación) y 2010 los datos oficiales nos dicen que el número de planes locales y de políticas específicas de juventud han continuado creciendo de manera ininterrumpida y, por tanto, nada parece indicar que el ritmo de crecimiento haya disminuido. Los 1.099 profesionales censados o los 1.500 que yo estimo, podrían ser, hoy, muchos más.

Especialmente interesante es el dato que nos dice que el 20% de los trabajadores que realizan alguna tarea en el ámbito  municipal lo hacen a través de la subcontratación de una empresa de servicios.

El 50% de los trabajadores tienen puestos laborales inestables; precariedad, por lo tanto, en un nivel altísimo.

Los encuestados se sienten de forma muy mayoritaria motivados por la tarea que realizan y consideran que si aumentase el cuerpo general de conocimiento de los profesionals, aumentaría también el reconocimiento social para el sector.

En este sentido, consideran que sus necesidades formativas más importantes son, por este orden, conocimientos sobre competencias y legislación en juventud, gestión económica, planificación, gestión y evaluación de proyectos,  participación, planificación estratégica, sociología de la juventud, cultura y estilos juveniles, tecnologías de la información y la comunicación y diversidad y cohesión social.

Un 40% de los encuestados tiene la intención de dejar el ámbito de las políticas de juventud en uno u otro momento del futuro, porqué quieren mejorar sus condiciones laborales, por necesidades de conciliación laboral y familiar o simplemente por desgaste. Esta respuesta nos da una idea clara de las condiciones de trabajo habituales de un profesional de las políticas de juventud: retribución insuficiente, horarios y tareas exigentes, y un alto nivel de presión social y psicológica.

Por contra, el 22% de los preguntados considera que querría seguir en el ámbito de la juventud de manera indefinida.

Con los datos referidos hasta aquí es posible confirmar diversos aspectos defendidos hasta el momento en esta ponencia, pero de forma especial, el papel relevante, insustituible, del sector profesional en el desarrollo de las políticas, las condiciones deficientes con las que deben desarrollar su tarea y, en términos generales, las situaciones de déficit en la regulación legislativa, de indefinición de fuciones y objetivos que debe acometer una política de juventud y, en términos generales, la dispersión a la que conducen este conjunto de circunstancias.

Y, a pesar de todo ello, las políticas de juventut sobreviven.

La innovación como condición sine qua non

Si las políticas de juventud han llegado a cierto grado de consolidación en España a pesar de las dificultades objetivas que he descrito y del alto grado de dispersión con el que se han desarrollado, ha sido gracias, en primer término, a la articulación de un sector profesional que ha asumido en diferente grado y  con diferente intensidad según los territorios, las tareas de construcción teòrica del modelo, por un lado, y de plasmación en múltiples propuestas prácticas de intervención, por el otro. El consenso social sobre la necesidad de intervenir y el impulso político generado durante la transición política fueron los detonantes de las politicas de juventud, pero de su concreción específica y de su consolidación a lo largo del tiempo ha sido responsable el colectivo profesional. El origen asociativo de los profesionales y la implicación excepcional que de ello se deriva explican ciertamente la superación de contextos desfavorables y el mantenimiento de programas de actuación en ocasiones fuera de toda lógica administrativa, cuando las condiciones materiales lo hacían objetivamente desaconsejable. Pero más allá de esta especial actitud, el sector profesional de las políticas de juventud ha tenido, quiza sin tener la clara conciencia de contar con él,  un aliado fundamental: la innovación. Las políticas de juventud son innovación en si mismas y especialmente en el contexto español. Dicho de otra forma, si las políticas de juventud no hubieran supuesto en su momento una innovación, no se habrían generado de la manera en que lo hicieron. Y, aún más allá en mi argumento, si su desarrollo no se hubiera producido a través de sucesivas innovaciones, no se habría consolidado en el grado en que lo ha conseguido hasta el  momento. Durante los últimos 30 años, si las políticas de juventud no hubieran sido innovadoras, sencillamente no habrían existido como tales, de forma explícita. Y aún más: una condición fundamental para su desarrollo futuro, a partir del momento presente, es que sigan siendo innovadoras, que mantengan, como poco, el ritmo innovador que han mantenido hasta el momento. De otro modo, se diluiran en la red de competencias sectoriales de la administración pública.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) ha elaborado los llamados manuales de Frascati, Oslo y Canberra con la intención de que se conviertan en guías para interpretar datos sobre investigación y desarrollo, innovación y recursos humanos dedicados a la ciencia y la tecnologia, respectivamente. En los tres casos, construyen argumentos con la pretensión de que se conviertan en pautas internacionales comunes para impulsar el desarrollo humano. A pesar de que estos manuales se orientan fundamentalmente a los campos de la tecnología y la empresa, es posible aplicar lo esencial de sus argumentos centrales a las políticas de juventud. En los tres manuales observamos con relativa facilidad que las políticas de juventud cumplen algunas de las condiciones que se establecen para ser interpetadas bajo los parámetros de desarrollo recomendado.

El manual de Frascati establece que la Investigación i el Desarrollo  (I+D) comprendre el trabajo creativo aplicado de forma sistemática para incrementar el volumen de concimientos del hombre, la cultura y la sociedad, y su utilización para crear nuevas aplicaciones prácticas. Presta atención, además, a la I+D desde el punto de vista de las organizaciones y no de los productos. Así, su objeto de anàlisis son las empresas, las administraciones, las instituciones sin ánimo de lucro y los centros de enseñanza superior.

El manual de Oslo establece, por otro lado, que una Innovación es la implementación de un nuevo producto, un nuevo proceso, un nuevo método de márqueting o un nuevo método organizacional en las prácticas, los puestos de trabajo o las relaciones externas de una rganización.

A su vez, el manual de Canberra analiza los recursos humanos dedicados a la ciencia y la tecnología en sus diferentes aplicaciones, incluidas, claro está, las que se dedican a la atención específica de las personas en general o a grupos sociales concretos.

En los tres casos parece que se esten refiriendo de forma explícita a las politicas de juventud. Casi de forma involutaria, un repaso a los manuales permite describir los elementos de innovación que contienen las políticas de  juventud, y que son justamente los que definen su naturaleza y condiciones esenciales. Vemos cuales son esos elementos.

Innovaciones de las políticas de juventud

El método

Las políticas de juventud se han servido del método experimental por excelencia (ensayo-error) para ir respondiendo, a veces de forma intuitiva, a las diferentes situaciones y retos generados en cada realidad concreta. La ausencia de referentes claros que permitiesen abordar la atención a los jóvenes en la singularidad social, económica y política de nuestro país y el escaso (en muchos casos inexistente) desarrollo de propuestas al margen de la administración local, precipitó a los municipios que tenían clara la necesidad de intervenir en juventud a experimentar. La necesidad de atender las demandas y dificultades más inmediatas de los ciudadanos (de los ciudadanos jóvenes, en este caso) sin contar con referentes teóricos previos, provocó que los departamentos municipales de juventud fueran pioneros en la introducción de métodos de trabajo que más tarde se generalizaron en otros ámbitos de la gestión pública.

No es especialmente difícil comprobar que elementos metodológicos que hoy constituyen práctica habitual y generalizada en departamentos de gestión pública plenamente consolidados y que  no estan sometidos a discusión, como los de servicios sociales, cultura, educación o trabajo, o en departamentos de creación más reciente pero de plena  actualidad, como los de infancia, igualdad de género, medio ambiente o inmigración, tuvieron las experiencias derivadas de las políticas de juventud como referentes originales. Enumero y describo brevemente alguno de estos elementos metodológicos que, o bién fueron introducidos o bien fueron desplegados con cierta ambición por primera vez por las politicas de juventud.

1. Integralidad

Se concibe el objecto de intervención pública en su globalidad, rehuyendo visiones parciales o sectorizadas. Las necesidades de los ciudadanos deben abordarse desde diferentes ópticas y perspectivas, y las soluciones casi nunca se consiguen con la acción individual o en solitario de un departamento o unidad técnica en concreto. Los problemas son complejos y la aproximación a ellos debe ser también compleja. Así, cualquier ámbito de la vida de un joven es objeto de trabajo para una política de juventud, y la administracion tiene la obligación de adaptar su estructura de funcioamiento para que sus necesidades sean atendidas de la forma más eficiente posible. Por tanto, no debemos aproximarnos a la realidad de los jóvenes (o de cualquier grupo humano que motive nuestra intervención) desde una óptica o lógica administrativa. Un plan de actuación será integral si recoge las múltiples vertientes y perspectivas que configuran la realidad de nuestro objeto de trabajo.

2. Transversalidad

La primera traducción práctica de la idea de integralidad es la transversalidad o la promoción de las políticas horizontales, con la voluntad de que los diferentes departamentos municipales cooperen desde sus respectivas capacidades, criterios y posicionamientos técnicos y metodológicos en programas comunes, compartiendo recursos humanos, económicos y infrastructurales cuando sea necesario. No podemos exigir al ciudadano que asuma la estructura que se da a si misma la administración con una determinada compartimentación de áreas y servicios y con una lógica puramente funcional, sinó que debemos construir una estructura administrativa que aborde los problemas a resolver desde todas estas perspectivas que los constituyen a la vez y que muestre y ofrezca las actuaciones o medidas adoptadas de forma unificada. Lo que debe regir la intervención no es la lógica departamental sinó la lógica de los proyectos y de los objetivos a conseguir.  El trabajo transversal continua siendo un reto difícil porque la tradición organizativa de la administración le es refractaria y las soluciones técnicas que nos llevan a cambiarla presentan habitualmente numerosas dificultades. En cualquier caso, es casi universal el reconocimiento de la necesidad de avanzar en esta dirección. Las propuestas organizativas de las políticas de juventud han sido en este pais las primeras en plantear esta necesidad y en explorar sistemas de trabajo que le den respuesta.

3. Participación

Otra vez abordamos un concepto central en los desideratum de todas las políticas públicas actuales, las virtudes y bondades del cual son ámpliamente reconocidas y perseguidas. Es interesante remarcar que, de nuevo, fueron las políticas locales de juventud las primeras que, después de la  transición democrática, elaboraron y experimentaron en el uso de propuestas participativas que pretendian integrarse de forma indisociada en la intervención pública. Los planes locales de juventud no se conciben, ni ahora ni en sus orígenes, sin la propuesta o adopción de un sistema de participación juvenil que aspire a dar el máximo protagonismo pero también la máxima responsabilidad posible a los destinatarios de las políticas: los jóvenes. Los primeros consejos consultivos populares de la administración son los de juventud, las primeras políticas públicas que se diseñan con participación directa y que recogen explícitamente las aportaciones ciudadanas son las de juventud, las primeras propuestas de organizaciones ciudadanas que se incorporan en la propia gestión de las políticas públicas y no solo como plataformas de denuncia y reivindicativas, son las de juventud. Y son también, finalmente, las políticas de juventud las primeras que abren espacios de decisión a la participación ciudadana en el gasto público: los jóvenes de muchos municipios decidieron, entre finales de los ochenta y principios de los noventa, como debian gastarse determinadas partidas presupuestarias de las políticas de juventud.

4.    El conocimiento de la realidad

En el campo de las políticas sociales o de atención a las personas, son las de juventud las primeras que visualizan de forma clara la relación entre el necesario conocimiento de la realidad y la planificación y organización de la intervención. No solo se trata que de las encuestas de conocimiento de la realidad juvenil se extraigan consecuencias directas para la construcción de planes de intervención, sinó que se proponen métodos cualitativos de conocimiento de la realidad basados en el contacto directo y permanente con la realidad social. El trabajo estable de los dinamizadores o animadores, en contacto con los jóvenes, se convierte en una fuente de información que llega a ser por primera vez significativa en el momento de diseñar políticas de intervención.

5.    La animación, la dinamización, la educación social

Aquello que inicialmente era conocido como la animación sociocultural, que posteriormente se rebautizó como dinamización y que recientmente se ha consolidado por la vía de la formación reglada como la educación social, llegó a nuestro país de la mano de las políticas de juventud. El trabajo de proximidad, en contacto directo con los usuarios, convirtiendo la participación en un valor inherente a la intervención, buscando la empatía y la comprensión de las necesidades sociales a partir de la adopción de la óptica del propio ciudadano, estimulando la autoorganitzación ciudadana para facilitar su intervención en la resolución de conflictos o necesidades y convirtiendo, en definitiva, la actitud y la implicación profesionales en un valor imprescindible y determinante para intervenir en las políticas sociales, se definió por la vía práctica a través de los programas y planes de juventud. El desarrollo metodológico de esta fórmula de trabajo llevó a estos profesionales a generar diversas líneas de intervención que se acercaron por un lado a las políticas de gestión cultural y por otro a las de estricta atención social.  El mayor nivel de reconocimiento social y de prestigio técnico que han conseguido estos ámbitos de la intervención pública han hecho que sus orígenes en la política de juventud hayan quedado diluidos o incluso olvidados. Pero fueron las primeras casas de jóvenes y los primeros servicios de información juvenil los que introdujeron este registro profesional en el país.

Hoy parece dificil aceptar que elementos metodológicos que todos aceptamos como imprescindibles en el desarrollo de las políticas de atención a las personas hayan estado ausentes en algun momento de nuestros departamentos. Pero no es muy difícil constatar por la vía documental que cuando las políticas sociales, de participacon y de promoción de la ciudadanía estaban en construcción en nuestro pais, las políticas de juventud abrieron vias de trabajo inéditas, osadas en aquel momento y con grandes dificultdes para ser defendidas en el contexto institucional y administrativo de los años ochenta. La innovación metodológica, por tanto, fue inherente al origen de las políticas de juventud tal como hoy las conocemos.

Nuevos campos de intervención

La innovación en las politicas de juventud no se agota con las aportaciones metodológicas. El mundo local ha sido espacio fundamental de experimentación en el trabajo con los jóvenes, y ha generado con periódica insistencia nuevos espacios de actuación pública. A partir de la constatación de que era necesario dar respuesta a necesidades específicas de los jóvenes, los departamentos municipales de juventud han introducido programas de actuación, novedosos en su momento, que más tarde se han consolidado, en algunos casos incluso como espacios centrales de la gestión pública, más allá del ámbito propio de la juventud. Constatamos de esta manera que las políticas de juventud tienen un componente inevitablemente transversal, por el simple hecho de que los jóvenes son ciudadanos completos y como tales tienen necesidades y expresan demandas en todos los ámbitos posibles de la vida pública. Los tramos de edad juvenil, además, son a menudo los primeros en los cuales se evidencian problemáticas sociales que alcanzan al conjunto de la población, sencillamente porqué constituyen la pieza más débil de la cadena social y, por tanto, la primera en verse afectada por determinadas transformaciones en la estructura social. La expresión de estas problemáticas en los jóvenes tiene, muy a menudo, una forma traumática y escandalosa. Por  esa razón es necesario explicitar y recordar que muchos de estos espacios de atención social, que deben abordarse necesáriamente desde la transversalidad, fueron generados inicialmente, de forma íntegra y en solitario, por los primeros programas locales de juventud. Son, probablemente, los ejemplos más contundentes del binomio inseparable que se establece entre politica de juventud e innovación.

1.    Servicios de orientación laboral o de desarrollo local

El origen de las políticas juventud en su formulación local coincide con un momento de grave crisis económica, caracterizada por unos índices de paro muy elevados y situaciones estructurales de déficit social. El colectivo más afectado por esta situación era, sin lugar a dudas, el de los   jóvenes, y fueron las políticas de juventud, en su afan por aproximarse des de nuevos puntos de vista a la situación real de sus usuarios, las que idearon fórmulas que con el tiempo se han generalizado. Cuando prácticamente no existían en los municipios las concejalías de trabajo o de promoción económica, los departamentos de juventud empezaron a extender su actuación al campo de la inserción laboral con el trabajo de agentes especializados que asesoraban y realizaban acompañamientos a jóvenes con dificultades de integración en el mercado laboral. En este ámbito tuvieron un papel relevante, por ejemplo, la política de promoción de este tipo de profesionales de la Diputación de Barcelona y iniciativas singulares, de caracter prácticamente fundacional, del Ayuntamiento de Barcelona. La consolidación de esta manera de trabajar dió lugar posteriormente a unidades técnicas especializadas en temáticas laborales y de promoción de fórmulas de autoocupación que a la postre fueron reconocidas como concejalías o departamentos completos o desarrollados incluso como institutos o agencias públicas vinculadas al ámbito municipal y con elevados grados de autonomía en su actuación.

2.    Políticas de información

La red de servicios de informaicón juvenil es probablemente uno de los elementos más característicos y, sin lugar a dudas, más visibles de las actuales políticas de juventud. En el contexto actual, con una administración que opta cada vez más por desarrollar  servicios de atención directa al ciudadano y por facilitar el acceso a todo tipo de información y de recursos, la disposición de esta red resulta casi un servicio de mínimos, aquello a lo que en ningún caso puede renunciar un técnico que tenga alguna aspiración de interlocución estable con colectivos determinados. Los servicios de información constituyeron, en su momento, el primer servicio de estas características, especializado en un ámbito concreto, que activaba la administración (no solo la local, sinó en cualquiera de sus niveles) con la voluntad de consolidación y de extensión universal en el territorio. Por primera vez se daba un tratamiento especializado de la información y se buscaban fórmulas para hacerla accesible y asumible para un colectivo determinado, más allá de la simple abertura de ventanillas para la realización de trámites burocráticos. Los servicios de información juvenil introdujeron el concepto de la calidad en la atenció al usuario, del cual son deudores hoy las cada vez más generalizadas oficinas de información ciudadana, en cualquiera de sus versiones. Es interesante, además, resaltar el alto grado de adaptabilidad de estos servicios, que a lo largo de estos 30 años han sido en muchos casos introductores de nuevos espacios de atención a los jóvenes y de recursos especialmente dispuestos para ellos. La irrupción de las tecnologias en la administración tuvo su puerta de acceso en los servicios de información, las asesorias temáticas especializadas (ocupación, vivienda, ocio, turismo…) se llevaron a la práctica inicialmente en ellos, y la combinación de informacion y espacios de relación y creatividad juvenil permitieron desarrollar nuevos modelos de equipamientos especializados en la atención a los jóvenes. Finalmente, en el contexto actual, con una aguzada crisis económica y probablemente en el momento más álgido de dificultades de los jóvenes para acceder a viviendas, los servicios de información se transforman y adaptan para convertir sus capacidades en un recurso específico de apoyo a la emancipación.

3.    Políticas de promoción de la creación artística

Antes de que los departamentos de cultura consolidaran programas de apoyo a la creación emergente, con el impulso a los nuevos creadores, alejados aún del mercado artístico profesional, los servicios de juventud pusieron en marcha múltiples iniciativas en las cuales lo característico no era la voluntad de conseguir niveles de calidad artística relevantes sinó estimular la creatividad juvenil, en tanto que método educativo y de socialización y como via, en última instancia, para la construcción de un proyecto vital personal para aquellos que buscaban la profesionalización futura. La promoción de circuitos para creadores emergentes fueron iniciativas pioneras de las politicas de juventud, y los sistemas de becas para el apoyo a la producción de nuevos creadores tuvieron también su origen en esa misma dinámica. Estas actuaciones fueron paulatinamente acogidas por los departamentos de cultura, hasta el punto de que hoy no se concibe una política cultural completa sin el desarrollo de programas de estas características.

4.    Innovación tecnológica

Hoy nos parece inconcebible la existencia de un servicio de atención ciudadana sin conexión a internet o con múltiples utilidades vinculadas al desarrollo de las llamadas tecnologias de la información y la comunicación, y especialmente con la explotación práctica de las redes sociales, que parecen no tener límite. Pero el primer punto de conexión pública a internet en la gran mayoría de ayuntamientos del pais y, por extensión, en cualquier administración pública, fue el del servicio local de informació juvenil. La adopción rapidísima de las últimas innovaciones tecnológicas han carcterizado siempre las politicas de juventud, seguramente porqué los jovenes son, a priori, los mas indicados para incorporar con relativa facilidad las novedades en este campo. En cualquier caso, mucho antes de que las bibliotecas ofreciesen conexiones a internet, de que hubiera aulas tecnológicas en los centros culturales, de que se ofreciesen cursos de iniciación para la construcción de webs en los centros cívicos, del uso masivo de las redes sociales también como vehículo de relación y difusión de las políticas públicas, los servicios de juventud ya se habían familiarizado con este nuevo mundo y allanaban el camino a posteriores iniciativas.

5.    Promociones sectorizadas de vivienda

En el contexto de crisis en que vivimos, que situa el acceso a la vivienda como una de las mayores y más graves dificultades de los jóvenes actuales, nos parece una excentricidad no tener en mente propuestas de intervención pública para trabajar en este ámbito. Pero más allá de las prototípicas promociones de vivienda oficial los últimos tiempos del franquismo, en España no se produjeron aportaciones realmente relevantes a este espacio de la gestión pública hasta que se idearon las primeras promociones de vivienda de alquiler para jóvenes. La innovación era doble: viviendas de alquiler y para un colectivo muy determinado y sectorizado. Estas iniciativas abrieron la puerta a un espacio de intervención pública que hoy es irrenunciable para garantizar el derecho a la emancipación juvenil.

6.    Ocio alternativo

El primer departamento de la administración pública que se ha ocupado, con actuaciones concretas, del uso y la gestión del tiempo de ocio de los jóvenes, más allá de las clásicas y tradicionales actuaciones en el llamado tiempo llibre, ha sido el de juventud. La generación de ofertas alternativas, que superan las estrictas propuestas comerciales o de consumo, la conciliación de los derechos al disfrute del tiempo de ocio y al descanso, la búsqueda de fórmulas para reducir daños en los casos de consumos de riesgo y la adecuación de servicios y ofertas lúdicas a los nuevos usos horarios han sido actuaciones nacidas de la voluntad de actuación e intervención de las politicas locales de juventud.

La innovación es inherente a las políticas de juventud, y sostengo que toda política de juventud que haya alcanzado algun grado de éxito ha bebido necesariamente de las fuentes de la innovación. El cambio, la experimentación, la prueba, el ensayo-error, el tránsito discontinuo a la condición adulta, la creatividad, el riesgo, la atracción de la novedad, la búsqueda de la diferencia, el contraste como placer, la interrogación permanente, el cuestionamiento de cualquier norma, la duda por principio, son pilares del comportamiento juvenil. Si pretendemos trabajar para los jóvenes no podemos abstraernos de su realidad ni de sus características definitorias. La mera repetición anual de programas de intervención se agota pronto en la política de juventud; es necesario renovar de forma permanente las propuestas de trabajo, que deben adaptarse a los gustos cambiantes, a los intereses múltiples y al vertiginoso ritmo de incorporación de nuevas sensibilidades y apetencias. No podemos concebir una politica de juventud sin una voluntad de búsqueda permanente y de voluntad innovadora.

Hemos visto cuales son los parámetros bajo los cuales ubica la OCDE la innovación, el desarrollo y las aportacions tecnológicas, a través de los manuales de Frascati, Oslo y Canberra. Y hemos podido comprobar que las politicas de juventud y sus propuestas metodológicas y de contenidos encajan en ellos de forma sustancial. ¿Porqué no hablamos de I+D en el campo de las políticas de juventud? ¿Porqué no incrementamos el nivel de relevancia y prioridad de las políticas de juventud si descubrimos sin excesivo esfuerzo que sus ejes fundamentales han sido origináriamente elementos de innovación equiparables a los de cualquier sector empresarial o tecnológico?

No en vano he iniciado esta ponencia poniendo de relieve los elementos de dispersión de las políticas de juventud. Sin tenerlos presentes ni analizarlos no es posible entender porqué desvinculamos tozudamente las politicas de juventud de los espacios más avanzados e innovadores de las politicas de atención a las personas o, incluso, del conjunto de las políticas públicas. La escasa visibilidad de las politicas de juventud, el limitado prestigio técnico de sus profesionales, la dispersión de sus propuestas prácticas de intervención, la ausencia de regulación y, por tanto, de legitimación de sus presupuestos teòricos básicos, ha cubierto con un manto oscuro una realidad que podría ser mucho más brillante.

Hasta aquí he intentado mostrar como la innovación, al lado del ingente esfuerzo de desarrollo de los profesionales, ha jugado un papel, no ya importante, sinó central en la consolidación de las polícticas de juventud en España. He citado elementos de innovación que pueden ser atribuidos sin excesiva discusión a las políticas de juventud y que, sin embargo, han quedado oscurecidas, inmersas en una realidad desfavorable, caracterizada por la falta de recursos, de regulación y de reconocimiento social y técnico. Pero también es cierto que si propongo la idea de que no hay politica de juventud sin innovación, no puedo sustraerme a la necesidad que proponer qué es hoy o, mejor, que debe ser en el futuro, la innovación en las politicas de juventud.

Al hablar de innovación lo he hecho en parte como reacción a una realidad desajustada para las políticas de jvuentud. No querría generar la idea de que solo se puede innovar cuando las condiciones generales de trabajo son deficientes. Tampoco querría entender solo la innovación como un forma de lucha contra la incomprensión política o la ausencia de recursos materiales. En el mejor de los paraisos imaginables para las políticas de juventud, con voluntad política, con recursos económicos y con apuestas valientes, deberíamos seguir innovando. La potencia de la innovación reside justamente en el hecho de que es posible incluso en realidades defectuosas, pero la existencia de realidades defenctuosas no es una condicion sine qua non para la existencia de innovación. No aprovechemos la virtud para justificar el defecto.

Conclusión

Retos y condiciones para la innovación

Quiero finalizar esta ponencia con una breve pero clara relación de condiciones necesarias para que la innovación continúe siendo posible en nuestras políticas de juventud. De hecho, esas condiciones son una simple consecuencia de todo lo que hasta aquí he expuesto. Se trataría, en conjunto, de conseguir que la innovación no se produzca a pesar de unas politicas de juventud deficitarias, sinó que potencie unas políticas de juventud dignas y, seamos moderados, correctas.

Apoyo a las estructuras profesionales

Hemos visto, en perfecto acuerdo con lo que establece el manuel de Oslo de la OCDE, que las políticas de juventud han innovado desde el punto de vista organizacional. La concepción integral, la voluntad transversal o la participación como elementos centrales de nuevas maneras de afrontar la intervención pública dirigida explícitamente a las personas han sido en el pasado aportaciones innovadoras que, más allá de si han sido exitosas o no, se han consolidado no ya como prácticas habituales, sinó como fundamentos sistémicos de este y otros sectores de la gestión pública. Estas aportaciones no se hubieran generado sin el impulso específico de los profesionales de las políticas de juventud. En algunos casos la elaboración teórica y en la mayoría la experimentación práctica han permitido modelar propuestas de intervención que al fin han cuajado en fórmulas casi diríamos que universalmente aceptadas. Hemos dicho también que los profesionales han desarrollado su trabajo a menudo en condiciones poco deseables, en situación de inestabilidad, sin apoyos suficientes, con recursos más que limitados, y nadando a menudo contra corriente para superar resistencias y contradicciones de la propia administración. Es necesario, si queremos garantizar la pervivencia de políticas de juventud de voluntad renovadora y actual, mejorar las capacidades de los profeionales para asegurar que mantendran la tensión suficiente para aportar soluciones adecuadas a cada uno de los retos que se les vayan planteando. Insistimos nuevamente que del hecho de que la innovación haya sido posible en condiciones adversas no debemos concluir que esas adversidades deban ser elemento constituivo de toda innovación. Más bién lo contrario: debemos tender a eliminarlas para favorecer la innovación. Para hacerlo posible es necesario impulsar las siguientes actuaciones.

Sistema reglado de formación

La naturaleza interdisciplinar de los contenidos de una política de juventud no debe ocultar la existencia de unos conocimientos, aptitudes y competencias concretas y específicos de este campo de la intervención pública. Esos conocimientos deben impartirse bajo un sistema reglado que, sin poner en cuestión la heterogeneidad de los orígenes formativos de los profesionales, los dote de un cuerpo común de conocimientos, que garantice coherencia en la aplicación de políticas y que consolide un espacio profesional específico.

Reciclaje y formación continuada

La variabilidad es una característica inherente al objeto de trabajo de los profesionales, y la innovación exige siempre la capacidad de conocer la última novedad, el último cambio, la última perspectiva, el último impulso. Los profesionales de las politicas de juventud, quizás más que cualquier otro, deben mantenerse perfectamente al dia de las transformaciones juveniles, tanto aquellas que derivan de cambios sociológicos o estructurales, como aquellas que responden a ciclos cortos en la vida de los jóvenes, en relación con los estilos, las apetencias, los hábitos o el ideario. Es necesario, por tanto, una oferta estable y suficiente que actualice conocimientos y que aporte contacto permanente con las transformaciones.

Red colaborativa de profesionales

La vía para conseguirla no es especialmente relevante, aunque no huelga decir que la tecnología nos ofrece hoy múltiples fórmulas para hacerlo de manera simple: los profesonales deben tejer redes de relación, intercambio, colaboración y experimentación. Se trata de ir más allá de lo cotidiano en el ejercicio profesional y mantener lazos estables para conocer el detalle de experiencias y propuestas de trabajo concretas. En ocasiones, la diferencia y la posibilidad de respuestas diferentes a las que uno mismo pone en práctica abre los ojos ante nuevas fórmulas de trabajo. Pero en ocasiones, la simple constatación de similitudes en las respuestas técnicas refuerza el trabajo de cada uno y aporta seguridad. En cualquier caso, la innovació aparece siempre cuando nuevos elementos entran en juego. La búsqueda de esos nuevos elementos debe ser permanente. En cualquier caso, y como conclusión, es necesario estimular la creación y consolidación de organizaciones profesionales.

Observatorios de la juventud

De vez en cuando debemos pararnos y observar. En ocasiones el activismo ha sido el peor enemigo de las políticas de atención directa a las personas. Nuestro objeto de trabajo es el más delicado y frágil de los posibles, y debemos mimar el conocimiento que tenemos de él. Uno de los déficit fundamentales de las políticas de juventud en España es la escasa capacidad de obtener un conocimiento pormenorizado de la realidad, en primer lugar, y de análisis y evalución de las politicas públicas en segundo lugar. Al proponer obsevatorios de la juventud no me refiero a las grandes organizaciones técnicas que, con voluntad científica, pueden desarrollar, por ejemplo, los gobiernos autónomos, sinó a los pequeños dispositivos de observación de la realidad que cualquier equipo técnico puede articular, por modesto que sea. Se trata de articular recogidas sistemáticas de información para observar las realidades juveniles, para observar los efectos que sobre ellas tienen las intervenciones realizadas y para evaluar su eficacia práctica. Se puede innovar por pura casualidad, pero lo que realmente favorece la concreción de nuevas propuestas de intervención es la observación de la realidad juvenil.

La participación como método

Políticas de baja intensidad. No se trata de programar grandes eventos para concitar la participación juvenil sinó de incorporar como sistema estable de trabajo la posibilidad de la participación. Cualquier acción, cualquier proyecto, cualquier programa de juventud debe, potencialmente, preveer la posibilidad de que los jóvenes intervengan en él, participen, hasta el máximo grado que ellos deseen. De esta condición tan simple se desprendre el resultado tan importante de asegurar que jamás una acción se repetirá de la misma forma. Siempre se habrá adaptado a los jóvenes que en ella intervengan, se habrá modificado en función de sus gustos, intereses o capacidades, y ofrecerá finalmente un resultado diferente, tanto como lo sean los jóvenes que en ella intervengan.

En este punto conseguimos la intersección entre la innovación del programa o política de juventud, y la innovación sugerida o impulsada por el propio joven.

Nuevos lenguajes

La innovación va casi siempre asociada al uso de códigos de comunicación cambiantes, a lenguajes y sensibilidades  nuevas. En ocasiones la forma lleva a la innovación y en ocasiones la posibilidad de expresar nuevas realidades gracias a un sistema de señales diferente es el detonante de la transformación. La novedad, por el simple hecho de serlo, es atractiva para los jóvenes. Nos interesa, por tanto, detectarla y ponerla al alcance de los jóvenes, para que la usen, la toquen, experimenten con ella y construyan algo diferente, lo que les parezca. Al impulsar el conocimiento de nuevos lenguajes, por tanto, estamos animando al joven a innovar. Tenemos hoy tres realidades fundamentales para la aportación de nuevos lenguajes.

Recursos tecnológicos

Huelga decir que son hoy un espacio casi infinito para la experimentación. El cambio es constante y la aportación de novedades permanente. Mantenerse al día y garantizar el acceso de los jóvenes a ellos abre un campo de posibilidades sin límite. Hay que garantizar ofertas estables para la formación en las tecnolgías y recursos para accedir con normalidad a ellas.

Redes sociales colaborativas

La red como paradigma. Los mensajes no tienen un solo punto de salida y un único punto de llegada, sinó múltiples cruces que los multiplican, los transforman, los enriquecen, les aportan matices. A través de la comunicación a múltiples bandas los jóvenes construyen nuevas realidades de forma colaborativa. El conocimiento se comparte, el disfrute es común y la construcción de lo nuevo es el producto de una colaboración. Cuando describimos esta nueva realidad pensamos rápidamente en las redes sociales de internet, y ciertamente es gracias a este tipo de aplicacion comunicacional que el concepto colaborativo se desarrolla con fuerza, pero la esencia de esa idea se aplica en cualquier espacio, en cualquier medio, en cualquier circunstancia. Es, de hecho, la sublimación de la participación: la construcción colectiva de cualquier cosa que, desde luego, será diferente a cualquier otra cosa construida antes, porqué los autores son multiples y diferentes cada vez.

Lenguajes artísticos

La alfabetización artística es un reto compartido con las políticas culturales. La cultura y el arte como constructores de cohesión ciudadana, de desarrollo humano y de conciencia cívica son instrumentos cada vez más reconocidos para la acción social. Se trata de universalizar la competencia mínima de los jóvenes en la interpretación de los diferentes lenguajes artísticos a través del contacto directo y la experimentación con la creación. La acción fundamental de este trabajo debe desarrollarse en los centros escolares de primaria y secundaria, y probablemente el grado máximo de éxito sería que el sistema educativo incorporara estos aprendizajes prácticos de forma estructural. Si ponemos en contacto a los jóvenes con las artes visuales, con la danza, con el teatro o con la música, y favorecemos su experimentación con los recursos que podamos poner a su alcance, generamos públicos para la cultura, damos a los jóvenes nuevos instrumentos para expresarse y estimulamos aprendizajes alternativos.

Condiciones para la innovación juvenil

Hasta ahora casi siempre nos hemos referido a la innovación como aportación a las políticas, pero es también fundamental garantizar la generación de recursos y condiciones para que los jóvenes innoven desde la unica pespectiva de sus gustos e intereses. Es decir, poner recursos a su alcance para que los usen en libertad y con cierto grado de autonomía.  Se trata de generar condiciones para que pasen cosas.

Sistema de equipamientos y espacios de relación juvenil

No es este es espacio para defender esta premisa, pero ante todo debemos afirmar, una vez más, que no es posible desarrollar una adecuada política de juventud sin la existencia de espacios o equipamientos especializados en la atención a los jóvenes. Los espacios y servicios que deben o pueden contener seran múltiples, pero a efectos de esta ponencia, interesa asegurar, simplemente, que reunan las condiciones necesarios para que se encuentren en un punto de reunión, un espacio de relación. No necesitamos más. Simplemente un espacio en el cual los jóvenes puedan sentirse cómodos y desinhibidos.

Sistema de ayudas y apoyos ágiles

Debemos garantizar una capacidad operativa alta. Es  necesario disponer de recursos para apoyar las iniciativas juveniles más sencillas, simples y cotidianas. Desde recursos prácticos materiales (equipos informáticos, espacios de gestión, útiles administrativos), hasta apoyos de tipo relacional (acompañamiento, consejo técnico, contactos necesarios, mediación con terceros), pasando por aportaciones económicas de bajo nivel y a través de un sistema que minimice la burocracia administrativa. En otro momento de esta ponencia ya anos hemos referido a ello, pero en esencia se trata de que la administración se adapte a sus usuarios, no al contrario.

Servicios universales y apoyos selectivos

El contacto técnico con los jóvenes debe hallar el equilibrio adecuado entre la necesidad de universalizar el conjunto de servicios que se ponen a su disposición (que lleguen a todos) y la necesidad de dar apoyo selectivo a aquellos jóvenes o grupos de jóvenes que aporten algun elemento cualitativo de especial interes. Por un lado, por tanto, garantizar la igualdad de condiciones de acceso a todo servicio, y por otro ofrecer ayuda específica a quienes quieren o potencialmente pueden ir más allá en sus propuestas. Se trata de estimular la excelencia sin descuidar el acceso universal a los recursos.

Integración de los jóvenes en el mundo real

A menudo la actuación específica de la política de juventud puede caer en el defecto de tratar a los jóvenes con tanta especificidad que acabe por aislarlos de su entorno. A la  vez que ofrecen recursos y potencian el desarrollo juvenil, las políticas deben asegurar la integración en los diferentes entornos que rodean a los jóvenes. Los circuitos de arte juvenil, por ejemplo, tienen sentido si además de garantizar la expresión artística de los jóvenes, ofrece en algun grado la posibilidad de trasladar la obra generada al mercado artístico normalizado. El estímulo al desarrollo de las capacidades de los jovenes tiene sentido si en algun momento del recorrido tienen la oportunidad de ponerse a prueba en el entorno social más cotidiano, ya sea participando en decisiones políticas, ja sea participando en colectivos asociativos, ya sea mostrando sus creaciones ens espacios públicos normalizados.

Como conclusión final, cabe decir que, si bien es cierto que la innovación es un atributo inherente a la construcción de las políticas de juventud, no es menos cierto que la capacidad de las innovaciones de aflorar es directamente proporcional a los recursos de que se doten las políticas y a la coherencia con que estos se pongan al alcance, por un lado de los profesionales, y por otro de los propios jóvenes. Los modelos de políticas de juventud que se aplican en España no estan, ni mucho menos, agotados. Si acaso se han agotado, en determinados momentos y en territorios concretos, los recursos que se han puesto a su disposición para desarrollarlos. Incluso en esos contextos, las políticas de juventud han sobrevivido, pero la razón debe buscarse, en primer lugar, en el empeño de los profesionales y, en segundo lugar, al hecho de que cualquier acción que suscite el interes de los jóvenes lleva implícito el germen de la innovación. Esta realidad, que no deja de ser una ventaja para la ejecución de políticas de juventud, se ha convertido en numerosas ocasiones también en un impedimento serio, porqué el éxito aparente de las actuaciones realizadas con escasez de recursos ha permitido mitigar la que en condiciones normales percibiríamos com una evidente falta de interés o impulso politico. Prueba final de esta realidad es que, tal como hemos visto, el mínimo análisis de las condiciones que, en consenso internacional, determinan las características y parámetros propios de la investigación y el desarrollo, demuestra que la innovación forma parte inherente, indisociable, de la naturaleza de las políticas de juventud. No se entiende fácilmente, por tanto, que este sector de la gestión pública continue relegado a un evidente segundo plano de las prioridades de la administración.

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